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El deber ser... ¿Por qué tengo que ser fuerte todo el tiempo?
En nuestra vida cotidiana, a menudo se nos presenta la expectativa de ser fuertes y resilientes, de llevar el peso del mundo sobre nuestros hombros, y de mantener una apariencia de firmeza independientemente de las circunstancias. Sin embargo, al soltar este deber autoimpuesto de ser fuertes todo el tiempo, descubrimos una profunda conexión con nuestra humanidad. Al aceptarnos y abrazarnos tal y como somos, no solo nos permitimos experimentar una gama más amplia de emociones, sino que también nos conectamos de manera más auténtica con los demás y con nosotras mismas.
Elizabeth Vargas
6/12/20256 min read
La carga de la fortaleza
En la sociedad contemporánea, se ha fomentado una expectativa arraigada sobre las mujeres: la necesidad de ser fuertes y resilientes en todo momento. Esta percepción cultural no solo es un reto; es una carga que muchas llevan consigo a lo largo de su vida. La fortaleza es celebrada como una virtud, y, a menudo, se espera que las mujeres asuman el rol de soporte emocional, tanto para sí mismas como para quienes las rodean. Esta dinámica prevalente puede conducir a una represión de emociones que, a la larga, puede resultar perjudicial.
La presión por mantener una apariencia de fortaleza puede tener diversas repercusiones. Desde la niñez, a las niñas se les enseña a ser "fuertes" frente a las adversidades, lo que puede generar la percepción de que llorar o mostrar vulnerabilidad es un signo de debilidad. Esta internalización de la fortaleza como un deber conduce a un conflicto interno, donde las emociones son relegadas a un segundo plano y las cuestiones de salud mental a menudo son ignoradas. Al priorizar el deber de ser fuerte, muchas mujeres enfrentan un aislamiento emocional, sintiendo que no pueden compartir sus luchas o preocupaciones por temor a ser juzgadas.
A medida que estas expectativas sociales persisten, es fundamental que nos detengamos a reflexionar sobre la naturaleza de esta fortaleza. ¿Es realmente necesario ser fuertes todo el tiempo? ¿Qué significa ser resiliente, y cómo se equilibra esta resiliencia con el derecho a sentir y expresar vulnerabilidad? Estas preguntas invitan a una reevaluación de cómo cada una de nosotras vive su fortaleza personal. Al cuestionar estas normas sociales, se abre un espacio para una conversación más amplia, donde se permite la expresión auténtica de la experiencia femenina, en toda su complejidad y variedad.
Un momento de quiebre: Reconociendo mis emociones
Una tarde, después de un día de trabajo, me encontré sola en mi casa, rodeada de la quietud que suele inundar los espacios vacíos. Era un entorno que, en otras ocasiones, me brindaba calma, pero en ese momento, se convirtió en un hervidero de emociones que había estado reprimiendo. Aquella sensación de soledad no era nueva, sin embargo, lo que la hizo diferente fue la acumulación de pensamientos y sentimientos que, inexplicablemente, comenzaron a salir a la superficie. Sin previo aviso, el peso de las experiencias no procesadas que llevaba conmigo se transformó en un torrente de lágrimas.
Me di cuenta de que había estado viviendo en un estado de negación, evadiendo el hecho de que las emociones son parte integral de la experiencia humana. Había aprendido a ser fuerte, a mostrar una imagen de firmeza ante los demás, en un esfuerzo por demostrar que no necesitaba apoyo y que podía manejar cualquier situación. Sin embargo, esa misma fortaleza se había convertido en una trampa emocional, que me forzaba a reprimir mis verdaderos sentimientos.
En ese instante revelador, comprendí que, para sanar, debía darme permiso de sentir. Reconocer mis emociones no se trataba de debilidad, sino de un acto de valentía que me conduciría a un estado de bienestar más auténtico. Las lágrimas que fluyeron fueron un símbolo de liberación, una forma de desahogar no solo la tristeza que había acumulado, sino también la angustia y la presión de cumplir con las expectativas que los demás tenían de mí. Este momento no solo alteró mi perspectiva de la fortaleza, sino que me enseñó la importancia de ser vulnerable y de priorizar el cuidado emocional. Así, inicié un camino hacia la sanación que me ha acompañado desde entonces.
La lucha interna: El miedo a ser vulnerable
La vulnerabilidad es un tema que, para muchas de nosotras, evoca una mezcla de miedo e incertidumbre. Este temor a abrirnos y mostrarnos tal y como somos, con todas nuestras imperfecciones, a menudo se deriva de la presión social que rodea a las mujeres para que se presenten como fuertes y capacitadas. Este ideal inalcanzable de fortaleza puede llevar a una lucha interna donde la vulnerabilidad es percibida como una debilidad, lo que dificulta el proceso de aceptar y expresar las emociones.
Un considerable número de mujeres comparte experiencias en donde su sensibilidad y emociones han sido consideradas un defecto. Desde una edad temprana, se nos enseña a ser autosuficientes y a no mostrar debilidad. A menudo, esto se traduce en la creencia de que ser vulnerable implica ser susceptible al juicio y a la crítica. Este miedo puede ser paralizante, impidiendo que expresemos sentimientos auténticos y profundos. Nos vemos a nosotras mismas como guardianas de la fortaleza, aun cuando esto signifique cargar con el peso emocional de problemas internos que necesitan ser discutidos y comprendidos.
Sin embargo, es crucial desmantelar el mito de que pedir ayuda es sinónimo de fracaso. La realidad es que abrirse a otros y permitir que se vea la verdadera esencia de uno mismo puede, de hecho, ser un acto de gran valentía. Al aceptar nuestras debilidades, no solo logramos crear conexiones más profundas con quienes nos rodean, sino que también fomentamos un espacio donde se puede hablar abiertamente sobre las luchas emocionales. A través de testimonios y reflexiones, muchas han encontrado que al compartir, en lugar de debilitarse, se fortalecen y se liberan de las expectativas sociales restrictivas. Este proceso, aunque desafiante, puede conducir a un profundo crecimiento personal y a una genuina libertad emocional.
Aprendiendo a soltar
Aprender a soltar la necesidad de ser fuerte en todo momento puede abrir nuevas puertas hacia relaciones más profundas y significativas. Al permitirnos ser vulnerables, demostramos el coraje necesario para mostrar nuestro verdadero ser, lo que fomenta la empatía y la compasión en las interacciones humanas.
Desde una perspectiva psicológica, abrazar nuestras fallas nos permite enfrentar nuestras inseguridades y miedos, lo que, a su vez, fortalece nuestras relaciones con los demás. Al mostrar nuestro lado más humano, podemos conectar con otras personas de maneras que antes parecían inalcanzables. La autenticidad que surge de este acto puede atraer a aquellos que valoran la sinceridad, creando un espacio seguro para compartir experiencias y emociones. Esto no solo nutre la relación, sino que también contribuye al crecimiento personal de cada individuo involucrado.
Es esencial comprender que este acto no implica renunciar a la fortaleza. De hecho, ser capaz de soltar el deber de ser fuerte todo el tiempo es, en sí mismo, un acto de valentía. Reconocer los momentos de debilidad permite una mayor autenticidad en nuestras relaciones y nos acerca a los demás. Cuando compartimos nuestras luchas, también reflexionamos sobre nuestras victorias, creando un balance que enriquece nuestras vidas tanto emocional como socialmente. La conexión que se genera al abrirnos a los demás es invaluable; no solo favorece la empatía, sino que también fomenta una comunidad más apoyada y resiliente.
Estrategias para abrazarte a ti misma
Una de las prácticas más efectivas es la autoaceptación. Este proceso implica reconocer nuestros propios sentimientos y limitaciones sin juzgarnos. Es importante recordar que todos enfrentamos momentos de debilidad y que estos son una parte natural de la vida. Para cultivar la autoaceptación, podemos comenzar por dedicar tiempo a la reflexión personal. Esto puede incluir la escritura de un diario, donde se registren no solo los logros y éxitos, sino también las luchas y momentos difíciles que contribuyen a nuestro viaje personal.
Otra estrategia esencial es la búsqueda de apoyo emocional. Compartir nuestras vulnerabilidades con amigos cercanos o familiares puede ser extremadamente liberador. Esto no solo nos permite sentirnos más conectadas con los demás, sino que también nos ayuda a reconocer que no estamos solas en nuestras luchas. Para facilitar este proceso, se recomienda establecer un grupo de apoyo o participar en actividades donde se fomente la apertura y la honestidad emocional.
Además, es crucial rechazar la autocrítica. Hay que reconocer que tendemos a ser muy duras con nosotras mismas, asumimos la responsabilidad de situaciones difíciles por gusto y luego nos juzgamos severamente por no alcanzar un ideal de fortaleza. Ser conscientes de este patrón y reemplazar esos pensamientos negativos con afirmaciones positivas puede transformar nuestra perspectiva. Las afirmaciones como "Es válido sentirme sobrepasada" o "No tengo que ser perfecta" pueden ser poderosas herramientas en este proceso.
Incorpora estas estrategias en tu vida cotidiana y date la valiosa oportinudad de liberar el peso del deber ser fuerte todo el tiempo, empieza a abrazar la autenticidad de tus emociones.
Celebremos nuestra humanidad
En nuestra vida cotidiana, a menudo se nos presenta la expectativa de ser fuertes y resilientes, de llevar el peso del mundo sobre nuestros hombros, y de mantener una apariencia de firmeza independientemente de las circunstancias. Sin embargo, al soltar este deber autoimpuesto de ser fuertes todo el tiempo, descubrimos una profunda conexión con nuestra humanidad. Al aceptarnos y abrazarnos tal y como somos, no solo nos permitimos experimentar una gama más amplia de emociones, sino que también nos conectamos de manera más auténtica con los demás y con nosotras mismas.
Cada imperfección, cada debilidad, contribuye a nuestro ser integral. Aceptarnos y abrazar nuestras fallas no es un signo de debilidad, sino de valentía. Es un acto de coraje que nos invita a ser auténticas y a compartir nuestras experiencias sin miedo al juicio. Al hacerlo, creamos un espacio donde podemos aprender unos de otros y encontrar fuerza en nuestra diversidad y en nuestros fallos. Celebrar nuestra humanidad implica reconocer que todos enfrentamos luchas y que, a veces, el simple acto de pedir ayuda es un verdadero testimonio de fuerza.
¡Cambiemos la narrativa! En lugar de ver la debilidad como algo que debe ser ocultado, celebremos la fortaleza que nace al reconocer nuestra verdadera esencia. Permitir que nuestra humanidad brille a través de nuestras imperfecciones nos libera. Podemos encontrar una resolución en la vulnerabilidad y, con ello, redescubrir una forma de fuerza que no conocemos: la que se manifiesta a través de la conexión, la empatía y el amor propio.
Este camino hacia la autoaceptación es el que realmente nutre nuestras almas y fortalece nuestras comunidades. Así, al aceptar y celebrar nuestra humanidad, abrazamos la vida en su totalidad.
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Desde ese lugar profundo de vivencia personal comenzó mi camino. Sanaki Therapy nace como resultado de esa transformación interior. No solo como un espacio terapéutico, sino como un puente entre lo emocional y lo espiritual, entre el caos interno y la paz anhelada.